En 2008, Satoshi Nakamoto marcó un hito relevante en la cuarta era de Internet del mundo digital.
Concretamente, el 18 de agosto dio a luz a la primera moneda virtual. Un activo digital, mejor conocido por criptomoneda o criptodivisa, que simulaba el papel de lo que conocemos por el conjunto de activos concernientes a la economía tradicional: el dinero.
Este creador o -en su supuesto- creadores (hoy en día se desconoce su verdadera identidad), representó este concepto intangible en la famosa moneda virtual Bitcoin tras publicar un artículo en el que describía el sistema de pagos Peer-to-Peer (P2P).
Un primer proyecto que no habría llegado a generar las grandes sumas de dinero actuales, ni crear monedas alternativas de la misma índole sin la ayuda de su antecesor, el criptógrafo estadounidense, David Chaum.
¿El motivo? A finales de la década de 1980, este pionero de la criptografía aplicada al medio digital fue el responsable de desarrollar un algoritmo que básicamente garantizaba el anonimato de las transacciones, convirtiéndolo en el núcleo de las criptomonedas vigentes.
¿Qué son y cómo funcionan exactamente las criptomonedas?
Las criptomonedas es un activo que no tiene forma física y que se emplea como dinero digital.
Como particularidad, cada criptodivisa posee un código único que contiene información que impide su copia o reutilización y, en su conjunto, emplea la técnica de la criptografía (cifrado de datos) para verificar transacciones y crear nuevas monedas.
Principalmente, su valor viene determinado por mecanismos de libre mercado como son los principios de oferta y demanda.
Un valor que ha variado según su suerte, sobre todo en las criptodivisas con nombres propios como Ethereum, Ethereum 2, Dogecoin, Binance Coin, XRP, etc., que han ido surgiendo tras el impacto del Bitcoin y su tecnología a lo largo de esta década.
Por esta razón, dependiendo de qué criptomoneda estemos manejando, es recomendable ver la evolución de su precio siempre que se desee invertir al respecto.
Asimismo, la ausencia de mecanismos eficaces que impiden su manipulación, como los presentes mercados regulados de valores o la carencia de información pública que los respalde, es otro de los elementos que determinará su valor.
El buscador de Google o softwares de terceros, como Coinbase, Cryptomaps, Coindex, entre otros, son algunas de las páginas especializadas en proporcionar este tipo de información al inversor.
Por otro lado, esta moneda virtual opera de manera autónoma, fuera de los sistemas bancarios y gubernamentales tradicionales, por lo que emplea la tecnología blockchain (red descentralizada, P2P), en un entorno de código abierto, que actúa como un libro de contabilidad en el que se registran operaciones y que cuenta con programadores independientes como verificadores, es decir, sus transacciones se aprueban desde distintos lugares.
Este registro contable compartido cuenta con un elevado sistema de seguridad que evita que un activo digital se pueda transferir varias veces o este sea falsificado e, igualmente, está compartido en la red y protegido de tal manera que todos los datos que hospeda no se puedan alterar ni eliminar.
Por lo tanto, estas monedas digitales son alternativas descentralizadas que permiten ofrecer un anonimato total de las transacciones y las cantidades limitadas al no estar controladas por un único servicio o empresa. Una característica que diverge con relación al dinero convencional, que, en su caso, están centralizadas y organizadas por entidades, bancos u otras autoridades públicas.
Actualmente, las plataformas de intercambios o Exchange son los lugares más populares para adquirir este tipo de divisas de manera rápida mediante transferencia bancaria o pago con tarjeta de crédito. Del mismo modo, cualquier inversor que desee canjearlas o venderlas puede realizar dicha transacción a través de este medio.
Sin embargo, otra forma de comprar criptomonedas es a través de otra persona de manera directa o en cajeros automáticos.
Leave A Comment